
En el año 2006, La Convención sobre los derechos de las personas con Discapacidad de la ONU advierte “que las mujeres y las niñas (con discapacidad), suelen estar expuestas a un riesgo mayor, dentro y fuera del hogar, de violencia, lesiones o abuso, abandono o trato negligente, malos tratos o exploratorios. En los países, donde la incorporación al empleo ordinario de las personas con discapacidad , se encuentra en sus inicios, esta vulnerabilidad se encuentra extendida a las personas que padecen alguna discapacidad y principalmente en las mujeres.
– Todos somos conscientes de la dificultad que tiene la mujer para formar parte en la toma de decisiones de diversas instituciones o incluso en la participación en la vida política. Si a ello se le añade, la discapacidad, las oportunidades se reducen enormemente. Según un artículo desarrollado por Mª Pilar Gomiz “Violencia contra la mujer con discapacidad” , (2014), “Solo el 25% de las mujeres discapacitadas tienen un empleo, frente al 55% de las mujeres sin discapacidad que trabajan. Además, sus empleos suelen tener un estatus inferior y una remuneración más baja. Diferencias que también se dan respecto a los hombres con discapacidad.
Frente a estos datos recogidos en el artículo, para las personas que padecemos alguna discapacidad y hemos accedido al empleo ordinario, debemos destacar otros elementos claves que agudizan la violencia sufrida en el entorno laboral:
– Si la maternidad, en términos generales, y en países como España, siempre ha sido un obstáculo en el mundo laboral para la mujer, para aquellas mujeres que además padecen alguna discapacidad, tiene que enfrentarse a las barreras sociales y económicas. No solo tiene que enfrentarse a la agresividad encubierta de compañeros y personal sanitario que intentan disuadirla de la idea de formar un proyecto vital como ser madres, sino que los derechos a la conciliación laboral y familiar reconocida a otras madres, les pueden ser negados. La justificación de la negación a conciliar vida social y laboral, viene recogida por entenderse éste como un acto de “buenas prácticas” que realiza la empresa a favor de madres trabajadoras. Pero la mujer discapacidad no está socialmente reconocida como madre.
– Por otro lado, en las empresas no se reconoce el empleo de personas discapacitadas. En algunos convenios colectivos, se recogen ayudas a favor de trabajadores con hijos con discapacidad, de forma que puedan sufragar el incremento de gastos que puedan tener estas familias. Sin embargo, no se reconoce este derecho a trabajadores con discapacidad.
Estos tres conceptos: 1. Remuneración más baja para mujeres discapacitadas, 2. Rechazo social al reconocimiento de la maternidad en una mujer con discapacidad y 3. No estar reconocida por Ley la maternidad en mujeres discapacitadas y dejarlo a la “buena voluntad” de las personas, esto genera una violencia de género en mujeres discapacitadas, dentro del ambiente laboral, que es trabado de manera invisible y normalizado, agudizando la violencia sobre las mujeres que lo sufren.
Sin embargo, la vida siempre ofrece oportunidades. Y esta crisis que nos ha tocado vivir, junto con las nuevas tecnologías, es la mejor época para nosotras. Con un bajo coste y muchas ganas, todas las personas que sufrimos una discapacidad, podemos crear y generar ingresos, aportando valor a la sociedad y mostrándonos al mundo como personas capaces. Un ejemplo de ello es Discapacidad creativa.
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Almudena Bermejo